Cuando decimos que la lactancia materna es la forma natural de alimentación infantil estamos generalizando e indicando que es la forma que la biología ha previsto, como mamíferos que somos. Pero si algo nos caracteriza como humanos es la superación de estas directrices más fisiológicas por un abanico de posibilidades basadas en adaptaciones culturales. En este sentido, en la alimentación infantil también han surgido evidencias culturales antiguas de diversidad, como son los biberones.
Pese a que no podemos extrapolar el comportamiento de las sociedades cazadoras-recolectoras actuales a la prehistoria, ni unificarlas en una misma categoría. Es cierto, que en la mayoría de grupos estudiados vemos patrones similares en cuanto a la lactancia materna, que parece que podrían corresponderse con el modo de hacer prehistórico. Ya que suelen corresponderse con una gestión de la maternidad y el cuidado de los pequeños más mamífera. Estas maternidades suelen basarse en un vínculo muy fuerte entre madre-bebé, tanto físico como emocional. Respecto a la lactancia, esta tiende a ser larga por diversos motivos. Al margen de que la leche materna es el mejor alimento, nutricionalmente hablando, ya que se adapta a las necesidades específicas del lactante, en cantidad, agua, macro-nutrientes y competencia inmunológica. Los alimentos sólidos obtenidos por sociedades cazadoras recolectoras pueden ser más difíciles de consumir y digerir por los niños, sobre todo en cronologías donde el uso de granos, como el trigo, no se cocinaba o molía, por lo que no era posible hacer papillas. Además, en sociedades con una gran movilidad geográfica es necesaria cierta regulación en la natalidad, un gran aumento en la población dificultaría el nomadismo y generaría una sobrecarga al grupo. Por lo que la lactancia prolongada se utilizaba como herramienta de control de la natalidad, al interrumpir la ovulación de forma natural.
Todo esto cambia con la neolitización. Al desarrollarse culturas basadas en la agricultura y la ganadería, las sociedades se sedentarizan alrededor de las tierras trabajadas. Además, esta estrategia de subsistencia, pese a que deja indefensa al grupo frente a malas cosechas, permite un mayor control sobre la producción y un almacenamiento del excedente. En esta nueva situación, los beneficios de la lactancia materna prolongada ya no es necesaria. Una menor movilidad permite atender a más niños y por otras personas que no sean exclusivamente la madre, ofreciendo mayor independencia a esta. Se dispone de más alimento disponible y con este se pueden elaborar alimentos aptos, aunque no hay más variedad. Nutricionalmente hay un empobrecimiento de la dieta por la limitación de la variabilidad de alimentos en contraposición al abuso de cereales y feculentos, apareciendo enfermedades como caries y raquitismo. Y los trabajos de agricultura y ganadería requieren más mano de obra, por lo que el crecimiento poblacional es deseado.
Además, con el paso del tiempo, se dio la revolución de los productos secundarios, a través de la cual se pasó de ver a los animales como “almacenes de carne” a todo un abanico de posibilidades. Obteniendo, además de la carne y pieles, una herramienta en el trabajo del campo y otros recursos (fertilizante, fuerza de tiro y tracción, lana, leche, transporte…). La intensificación económica permitió un gran crecimiento de la complejidad cultural y la modificación o adaptación del entorno y necesidades biológicas. Entre las que destaca el cuidado y alimentación infantil, cambiando el paradigma previo de control de natalidad a un crecimiento exponencial de la población. Mediante un destete más temprano, que genera un aumento en la fertilidad, y el cambio en la alimentación de los bebés, a través de papillas y leches de otros mamíferos.
Recientes descubrimientos arqueológicos han dado luz a este cambio cultural. Mediante al estudio químico de restos en vasijas halladas en yacimientos de Alemania. En diversos entornos funerarios (Dietfurt-Tankstelle y Dietfurt-Tennisplatz) se han encontrado contenedores de arcilla trabajada asociados a tumbas infantiles, de entre 0-6 años. Los análisis realizados en los contenedores evidencian el consumo de leche de animales domésticos, seguramente de vaca, oveja o cabra. Todo y que los biberones analizados tienen una cronología más reciente, siendo de la Edad del Bronce (1200-800 ANE), se han encontrado elementos similares desde principios del Neolítico (5000 ANE). Evidenciando el uso del biberón desde tiempos antiguos y con una continuidad en nuestra historia, ya que en otras culturas posteriores más recientes también se han documentado elementos similares, como sería el caso de la Grecia antigua o el imperio romano.
Por último, estudios de arqueología experimental han recreado estos biberones prehistóricos y los han ofrecido a niños comprobando que su formato les es de fácil manipulación e intuitivo, permitiéndoles controlar el flujo de leche.
Cookie | Duración | Descripción |
---|---|---|
cookielawinfo-checkbox-analytics | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Analytics". |
cookielawinfo-checkbox-functional | 11 months | The cookie is set by GDPR cookie consent to record the user consent for the cookies in the category "Functional". |
cookielawinfo-checkbox-necessary | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookies is used to store the user consent for the cookies in the category "Necessary". |
cookielawinfo-checkbox-others | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Other. |
cookielawinfo-checkbox-performance | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Performance". |
viewed_cookie_policy | 11 months | The cookie is set by the GDPR Cookie Consent plugin and is used to store whether or not user has consented to the use of cookies. It does not store any personal data. |